domingo, 14 de septiembre de 2025

DÍA DEL SANTO CRISTO

Sea cual fuere lo que represente a cada quién el día del Sto. Cristo, en Aler es el recuerdo de una fiesta que sigue siendo cada año. También este de 2025, que suspendió la del verano por la perdida de Ángel con el que ya solo podemos compartir el recuerdo desde su sendero de eternidades. 

Esta era la fiesta mayor hasta que la marcha a otros destinos de buena parte de la chen d'Aler y el atractivo de otras fiestas próxima, como Graus, recomendó sustituir la fiesta por la de San Pedro que se podía celebrar en verano cuando el pueblo volvía a ver habitadas sus casas. La Exaltación de la Sta. Cruz es una celebración muy generalizada en el mundo cristiano que hunde sus raíces en un pasado ancestral de culto al árbol

Al margen de credos o increencias, la fiesta congrega a la gente y construye pueblo y amistad. La grandeza de las tradiciones, de lo arcano, es que no necesariamente hace falta que una cosa sea cierta para que transmita verdad. La verdad atraviesa  tiempos, dogmas y modas y administrar las verdades en medio de la impudicia de cada día es un ejercicio de vida, un difícil compromiso personal que a todos interpela.  

Hoy la verdad se ha vestido de fideuá de la mano de Luigi y, su calor ha dado cobijo a la charla, al recuerdo y a esa mágico banquete de pasados y futuros que construyen la realidad. Un relato esquivo que se escurre entre los dedos del tiempo y nos lleva ineludiblemente ante ese espejo que, por mucho que evitemos, la evidencia pone ante nuestros ojos.


No es raro que cuando el local social se llena, por regla general, cuando ya han pasado los postres y la conversación se anima, las fotos colgadas de la pared atraigan la atención de otros y unos. Unos reconocen a sus familiares y otros aprenden a identificar rostros y familias. Muchos de esos reflejos perdidos ya no están a este lado de las imágenes que un día se grabaron y con seguridad, tal como ha hecho Ángel, todos pasaremos a ser habitantes de ese espejo en donde otros mirarán en otras comidas, otras fiestas que todavía está por llegar en un eterno camino sin fin y sin retorno. 


La mirada ante el espejo produce una cierta fragilidad que a veces se convierte en  amenaza, en un peligro que acecha en las sombras de nuestra conciencia. Cuesta mantener la mirada del reflejo propio, pero es inexcusable, aunque la finitud nos mire a la cara. Ayuda a soportar la propia mirada mirarse en el  "otro", el prójimo, el cercano el que comparte pan, vino y fideuá. Solo desde una mirada compartida puede atisbarse, solo atisbarse, el sentido de esta paradójica experiencia que obliga a respirar 13 veces por minuto para ser y en tanto somos, dar un sí que glorifica.... 

....Estamos tocando el fondo




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