En el fondo la vida en los pueblos, ha seguido esa pauta,... no estirar el brazo más que la manga y no gastar lo que no se tiene.
Frente a la celeridad, el ‘movimiento Slow’ (lento), se abre sin prisa pero sin pausa un hueco como filosofía de vida que, en resumen, aboga por relajar el ritmo, dejar de mirar el reloj y disfrutar de lo que se hace en cada momento. Desde comer, observar un paisaje o leer, hasta el sexo. Aunque este concepto se ha ido ampliando y tiene mucho que ver con respetar el medio ambiente, la producción artesanal y el consumo responsable y sostenible. En definitiva, dejar que la Tierra imponga sus tiempos, porque lo contrario es inviable a largo plazo. También el planeta necesita que levantemos el pie del acelerador.