martes, 27 de marzo de 2012

UN CENTENARIO EN RIBAGORZA


Es una persona de exquisitos modales, cuidada elegancia, arrolladora personalidad y una contagiosa alegría al que nadie daría los años que realmente tiene por la vitalidad que despliega, la prodigiosa memoria de la que hace gala permanentemente y la capacidad de trabajo que es capaz de desplegar.
Antonio Carrión cumplió el pasado 26 de marzo 100 años recibiendo un aluvión de llamadas telefónicas y de videoconferencias de sus familiares –sus nietos y biznietos andan desperdigados por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos- y de sus muchos amigos y preparando para dentro de unas semanas un gran encuentro conmemorativo de tan especial cumpleaños. Habitual contertulio en Radio Ribagorza, donde participa una vez a la semana en un programa de análisis político-económico de la realidad nacional e internacional siempre con atinadas y bien documentadas observaciones, no quiso que la celebración interfiriera en demasía en su rutina diaria y encontró tiempo y ganas para seguir con la redacción de unas memorias autobiográficas que lleva muy adelantadas y que prometen ser tan apasionantes como su andadura vital.
Y es que este centenario residente en Graus ejemplifica en su persona, como pocos, los convulsos acontecimientos que marcaron el siglo XX en España. Nacido en Bubión (Granada) en 1912, estudió en su infancia y juventud en el Seminario de San Luis Gonzaga, en el gaditano Puerto de Santa María. En  1927 ingresó como voluntario en el Ejército, en la unidad de la Remonta Caballar, y al finalizar su compromiso militar se trasladó a Barcelona donde le sorprendió el alzamiento del 18 de julio de 1936.

Participó activamente en la resistencia contra el golpe en la capital catalana y en septiembre del mismo año fue traslado hasta Alcañiz, en Teruel, encuadrado en la unidad “Macià Companys”. Pocos meses después se integró en una unidad, entonces en fase de organización, destinada a la realización de “servicios especiales” del Ejército del Este republicano.
Ya con el grado de capitán, colaboró en la organización en el frente de Aragón del Servicio de Información Especial Periférica (SEIP). Ante el avance del ejército franquista, cruzó la frontera hacia Francia junto a su mujer y unas 1500 personas más en marzo de 1938. Carrión regresó de inmediato a España, donde se incorporó a su nuevo destino en la Jefatura Superior de Policía de Barcelona como responsable de Asuntos Militares.
En 1939 marchó de nuevo al exilio pero, en su calidad de oficial de inteligencia republicano, fue reclutado en Bayona para pasar a España siendo detenido ese mismo año en Zaragoza, trasladado a la prisión de San Sebastián de nuevo y posteriormente a la de Barcelona desde donde le reclamaron los tribunales militares que le condenaron, en dos causas abiertas contra él, a sendas penas de muerte.
Consiguió burlar su destino y en 1944 logró fugarse del hospital en el que se encontraba y, tras un año oculto en Tarrasa, escapó a Francia donde se reencontró con su mujer y su hijo. Tras un nuevo exilio vivido en buena medida en el norte de Africa, regresó con su familia a España en 1962. Actualmente es capitán emérito de las Fuerzas Armadas y, desde su residencia en Graus, aboga por un diálogo que considera «el único medio eficaz de paz».
«No quiero hacer una novela de mi vida», comenta en relación con su autobiografía este hombre que se confiesa «digno de haber mandado una de las unidades mejores de la guerra civil» para, inmediatamente, puntualizar que se trataba de «un grupo de refugiados que huían del frente, compuesto mayoritariamente por mujeres, ancianos, enfermos y niños que iban hacia lo desconocido» en la retirada de 1938. Y que subraya que ha vivido en este siglo «ni más ni menos que como mis contemporáneos, obligado a ser violento cuando la vida fue violenta pero siendo consciente de que la confrontación civilizada de las ideas, el diálogo, es la base de la convivencia».